De virginales virtudes,
serena y recatada,
honesta, sensata y casta,
sincera y equilibrada,
tímida y vergonzosa,
ingenua y apocada,
así era aquella mujer
que a tiempo me trastocara.
Mas cuando estaba en mis brazos
felizmente abandonada,
todas las sanas virtudes
de que su alma está adornada
se evanescían de pronto
y en otra se transformaba:
la serenidad, perdida,
la vergüenza, olvidada,
desinhibido el recato,
la timidez, superada,
la sensatez convertida
en libídine apasionada,
y con ello aparecía
su lujuria desbordada,
lasciva, ansiosa del goce
que yo le proporcionaba,
anhelante del deleite
que siempre conmigo hallaba.
En decúbito desnudos,
en mi pecho reposada,
ponía su boca en mis labios
pidiendo el beso que ansiaba.
Yo acariciaba su pelo,
ella la lengua me daba,
yo le lamía el cuerpo
que a ella la embelesaba.
En los primeros momentos
que en mi compaña estaba,
lasciva y enfebrecida
encima de mí lanzada
perdido el control de sus actos,
hambrienta de sexo, me daba
toda la inmensa pasión
que dentro de ella guardaba
Y así comenzaban los juegos
las tardes que conmigo andaba
que jamás sospeché tener,
por ninguna igualada
Es imposible explicar
con unas pocas palabras
que puedan dar a entender
lo que me hacía en la cama
aquella hermosa mujer
tan tímida y recatada
sin caer la explicación en
pornografía narrada.
Y termino aquí el relato
de mis vivencias pasadas.
con nostalgia del recuerdo
que la memoria me traba
Rio de Janeiro, 2 de marzo 2015