Ni las pirámides de Giza en Egipto,
ocultando su pasado incierto y milenario.
Ni los jardines colgantes de Babilonia,
mitigando el recuerdo de paisajes persas.
Ni la estatua criselefantina de Zeus,
irradiando relámpagos de marfil y oro.
Ni el templo de Artemisa en Éfeso,
memorando a la hermosa Diana Cazadora.
Ni el mítico mausoleo de Halicarnaso
atesorando los restos del rey de Caria.
Ni el imponente Coloso de Helios
custodiando la portuaria calzada de Rodas.
Ni el rutilante faro de Alejandría
guiando navíos por el oscuro Mediterráneo.
Ni siquiera toda la belleza existente
flotando cual magia en la eras del orbe,
pudo maravillar la visión de este Argos,
que perdió su mirada en tus ojos de miel.
e.g.