Todas las mañanas veía por mi ventana
un hermoso ave, de brillantes colores
y con un sin igual canto
Ansioso por disfrutarle
corrí al jardín, escarbé, extraje larvas
y con ellas fui a la misma ventana
en un plácido revoloteo
llegó, se acomodó en mi mano
y comió
Enloquecido por avaricia cerré la mano
y le atrapé, le coloqué en una jaula
y en la misma ventana le dejé
Comenzó a perder su plumaje
y no le volví a escuchar su canto
hasta que comprendí que le estaba matando
Abrí la jaula, que yo había vuelto su prisión
y hacia el infinito voló
creí no volver a verlo
pero a la mañana siguiente
me despertó con su canto
y contemplé una vez más
su plumaje de soberbio color
Puse en mi mano alpiste, y hacia el la estiré
en voto de confianza, hasta mi palma voló
comió y con su belleza me correspondió
Desde ese día, mi mano dejo abierta
disfrutando de su presencia y su canto
pero respetando lo más sagrado para él
SU LIBERTAD