Todas las lunas del pecho
son de aquesta noche triste,
pues el menguante que fuiste
quedó en mi sustancia estrecho.
Pájaro, quiere volar,
por esos tristes sermones
y, llegar a tus balcones
para poder cavilar.
Qué pasa con estas penas
de otolinas misteriosas,
que se pasan silenciosas
¡ay! tan mías como ajenas.
Todos los góticos días
y, siempre a la misma hora
al voltear por la aurora.
trastean unos tranvías
Y qué, si vienes llorando
ciegos siglos de tristeza
ellos son la fortaleza
de los músculos cribando.
Desde mis feudales onces
solamente digo: basta
porque la manchada casta
trastabilla en puros bronces.
Aléjame del desierto
y de su real Esfinge
porque hasta la arena finge
en este Sahara incierto.
Escuchádme y no lo olvides:
hermano, no puedo más;
es como un ave rapaz
que domina en estas lides.
Culpables fueron los otros,
los bárbaros vengadores
que me impartieron dolores
entre sus violentos potros.
En tus lágrimas me hallo
porque nunca me has amado,
porque tu pan me has negado
antes que cantara el gallo.
El humano es semejante
al viento del aquilón
que lastima su talón
hasta su Aquiles errante.
Antiguas son las historias
de nuestros predicamentos
guardados en los lamentos
de nuestras doce memorias.
Esta noche se idolátra
de coyunturales días
y, el enigma de entropías
las ahoga de sumatra.
Unas bellas liras griegas
traen cadencias lejanas
mas sus axiomas son vanas
si vas caminando a ciegas.
La lengua escupe palabras
a vientos atribulados
y, siempre por mis costados
mis extremidades labras.
A la gente que vivía
dioséles el pan y vino.
Negóseles veste fino
a la gente que moría.
¡Ay! que traspasas tu lanza
por mis costados murientes
pues hasta orgullos hirientes
lo mataste de venganza.
Presiento que todo es
como un hereje ritual,
con muertes y vidas dual
que ya ha cansado mis pies.
Derechos reservados de autor
John Morales Arriola.