Querida mía,
me escapé del psiquiátrico sólo por verte,
y te vi, sola, no tan sola, pero sin mí.
Te traje nuevos cuentos enrollados en botellas
de vino vacías, de tinta interior.
De hecho esta carta te la escribo con tinto,
porque sé que el rosé te engaña.
Pero no hablemos de paréntesis. No hablemos.
Recordemos los nuevos tiempos,
en que somos felices y tropezamos con torpeza
con gajes del oficio de ser pareja.
Ahora te amo más que nunca, no se cuánto
podré estar aquí viéndote crecer en mi
sin que me encuentre el loquero.
Espero que se hayan olvidado de mi.