Hugo Emilio Ocanto

Culpables - Autor: SYOL - Interpreta: Hugo Emilio Ocanto - GRABADO -

CULPABLES

 

 

 

 

Una sortija de miel,

flota en la frente austera,

sobre su nácar praderas,

arqueó en la ceja el pincel,

a pie de cuello le asoma,

temprano pecho de hinojos,

mecida en pétalos rojos,

de tulipanes la boca.

 

Unge su paso el viento,

por las aceras desiertas,

y las gardenias despiertas,

llevan de aroma su aliento,

bajo el farol indiscreto,

yelmo de acero bendito,

entre rumores malditos,

avanza en torso resuelto.

 

Eres a sombra amor loco,

espuma de oscuro mar,

de luna en celo el andar,

que en mí se filtra de a poco,

el terciopelo en los ojos,

rasga en la noche una estela,

y enamorando quimeras,

urge a mi puerta un antojo.

 

Y a mi balcón el martirio,

cuelga una espada de arena,

y en el fragor de la entrega,

alzan las manos delirio,

crespa marea en su vientre,

moja mis cinco sentidos,

y ya culpable he nacido,

para a escondidas tenerle.

 

Como claveles baldíos, 

buscando en sed el torrente,

ya rota en besos la fuente,

nos ahogará siendo río,

y al límite del declive,

ha de empujarnos con furia,

allá la ciega lujuria,

al hondo lecho que gime.

 

Y nos estalla en los cuerpos,

como a corceles sin freno,

en un relámpago eterno,

el crepitar de dos fuegos,

y me devoran sus labios,

la rigidez del deseo,

en sus entrañas soy reo,

que a gusto abraza su claustro.

 

En el umbral de mi boca,

baila su fruta prohibida,

que levitando en la huida,

a libre instante zozobra,

y bajo el vuelo mis brazos,

sitian la breve cintura,

baja mi espalda y fulgura,

su lengua en húmedo trazo.

 

Cimbran al eco paredes,

testigos de atroz convite,

y el grito extinto repite,

cuando los sexos agreden,

late la fiebre en las sienes,

tambores de fantasías,

la frente al pecho extasía,

peinando al roce placeres.

 

En un carrusel del beso,

sobre las llamas del lecho,

gira la sombra al techo,

mordiendo anhelos de lienzo,

y erguida sobre dos cerros,

muerde sus hombros de cielo,

muerde mi andar en su pelo,

donde verdugo me aferro.

 

Sobre el vaivén un deshielo,

corre tenaz por el pecho,

olivos deja deshechos,

el vendaval de mis dedos,

es ya la piel densa lava,

allá quemando en descenso,

lame el vigor más intenso,

que a necio rito resbala.

 

A monte de piernas los labios,

frotan su huella de grana,

y nos maduran las ganas,

y a fiel adagio nos damos,

fundidos ya en estampida,

de cien puñales perlados,

somos compás derramado,

sangrando en blanco la herida.

 

La noche muere en los vidrios,

que rojos gritan el alba,

y ya caduca la calma,

rendida invita al suicidio,

amor que evades la espina,

que a mi aire pide condenas,

tu beso es fuga en la pena,

que a mí devuelve la vida.

 

 

 

 

 

 

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