La Ley decía pecado, sacrificio, rebelión;
la Gracia dijo perdonen y obtendrán la remisión;
para eso vino el Mesías, para eso fue que murió.
Que amen a sus hermanos y odien al enemigo,
la Ley dijo amor y odio, y la Gracia sólo amor;
para eso sufrió Jesucristo el más terrible dolor.
Caminando por Judea, empezando en Galilea,
sin pisar ni una coma, ni un tilde, ni una letra,
Jesús cumplía la Ley, para que ésta muriera.
La Ley decía no hagan, la gracia dijo hagan bien,
la Ley decía sagrado el templo en Jerusalén,
la Gracia hizo a cada hombre una célula de Dios,
un pedazo de Su Cuerpo y ¡lugar de adoración!
La Gracia trajo la Vida y la Reconciliación.
La Ley decía que los ricos eran los bendecidos,
la Gracia daba valor a los pobres y a los niños,
que los tesoros que sirven son los actos de amor,
que amar se escribe dar, y hay que dar hasta que duela,
y que no se puede amar a Dios y a las riquezas.
La Ley confiaba en las obras y la Gracia en el Señor,
la Ley en los almacenes y en el poder de algún rey,
La Gracia confió en Dios ¡que es el Señor de la Ley!
La Ley decía que juzguen y la sentencia era muerte,
¡apedreado hasta morir!, sea hombre o sea mujer,
La Gracia dijo: ¡no juzguen! si quieren tener perdón.
Y se entregó Jesucristo, para pagar el error;
el error que era nuestro, ¡lo pagó el Hijo de Dios!
Los que estaban en la Ley buscaban gloria de hombres,
la Gracia, humildemente, ¡daba la Gloria al Señor!
Mientras la Ley ayunaba, la Gracia tomaba vino;
la tristeza se hizo fiesta, ¡por obra de Jesucristo!