Yo lo espantaba, pero él insistía. Él insistía envolviendo mi correo de buen lirismo. Se las ingeniaba para que mi escritorio y mi habitación estuvieran inundados de azucenas anaranjadas.
Yo lo espantaba, pero el insistía. Insistía con pasión.... Previsiblemente un día se cansó. Mi casilla, acotada, rebasaba de envíos anodinos.En casa ya no inhalaba ese aroma natural. El perfume de difusor me recordaba al olor de la naftalina…
Y la idea de “la naftalina” me retrotrajo más profundamente al tema de los vínculos. Vi una serie. Una serie que se inició hace décadas. La misma que se detuvo en estos días. Y yo ahí, dentro de esa serie, entrampada.
Tipeo y recuerdo la frase que me dijo un buen amigo: “Siempre te vas”… Cuando lo escuché pensé que exageraba. Ahora, tras repasar mi día del derecho y del revés, entiendo que varias veces me ahogué en mares de temor.