Qué pena que ya no estés conmigo
estas tardes de primavera soleada
donde el aroma de flor enamorada
es caricia en manos de un amigo.
Y es tu ausencia manjar de mendigo
que se sirve en la mesa sin nada
donde solo queda una luna eclipsada
doliente y solloza en su castigo.
Me da mucha tristeza que te hayas ido
ahora que las rosas abren sus capomos
dejas el corazón muerto y entristecido
como canto hiriente de palomos.
Pero si lloras por haberte despedido
recuerda tu crueldad y sus aplomos.