Mi refugio del bosque sigue allí,
al final del camino de la lluvia
que silencia el canto de la tierra.
Sus bodegas siguen llenas de añoranza
su paredes taciturnas
almacenan el hastío de una brasa
que rehusa estar tan lejos de tu piel.
La oquedad de mi camino me supera
y encadeno el minutero del reloj
pero el tiempo se escabulle entre las hojas
y otra vez llega febrero y yo sin ti.