Bajo la sentencia de la voz, se arruinan hordas de cansancios, lúgubres caricias en las sombras tímidas de la historia, que un día señala hasta los más profundos saberes de la carne, del deseo a pedazos que se reniega en los labios, y luego desaparece dejando rasguños en el alma.
Bajo el cielo mudo del viajero, se esconden rocas con forma animal, se esconden pasos pasajeros, ansias locas de volar, ojos claros y hondos labios que sepultan la voz en las estrellas; párpados que apagan el mundo en súbitos abrazos de nada.
Bajo la mirada se delata el amor, perfumes de historia que vuelven eternamente a las hondas fosas del deseo, a la nariz tiritando al viento, y revuelve el misterio de la vida. La vida misma que se desprende y entrecorta cada día, la vida que se derrocha en una noche y se revuelve en un callejón de astros amparados por la nada, por la simple y abundante nada.
Bajo el cosmos habita el caos, la infinidad de rutas y procesos emergentes que inundan de entropía todo instante, y la eterna batalla de la vida comienza en todo momento. Habita la complejidad, el saber de saberse y crearse con las horas, con los segundos fingiendo el azar, con las ondas adornando todo…Hasta los ojos que se miran, hasta las voces que se escuchan y las caricias que se olvidan.
Bajo la voz que nos cobija cuando se ama una rosa; un letargo en los sentidos, un disimulo en la sonrisa, una palabra guardada en el pecho o un olvido que perdura, también habita otra voz, otro universo, y en las tinieblas del misterio, habitamos todos.