Araceli Vellber

A mi mendigo de casa.

 

No me molestan los insultos de mi mendigo, cuando esta borracho.

Ni sus heces,

Ni su orín,

Ni su ropa vieja,

Ni sus dientes escasos,

Ni su aliento,

Ni su pelo embarrado,

Y su barba sucia, anudada.

No me molestan sus lamentos,

Ni su tetra-brik de vino en la mano.

No me molesta, que no me salude

Y que me mire, rastreándome mi cara,

En busca de algo, que pueda ofrecerle.

Si me molesta, que cierren su casa,

Ese cajero, por el cual no pagaba.

Si me molesta, cuando la gente se aparta,

A caso, no soy yo, en ocasiones, mendigo en mi casa.