Los mirlos se acercan hasta mi casa
para ver a la muerte reposando
y descansan el vuelo en mi regazo
y trinan alojados en mi almohada.
Pían al aire frío de mi boca
que inunda sus alas congelándolos
como huyendo de unas bonitas manos
traslumbradas tras una despedida.
Que coman de mi extraña primavera
el pienso que aun ocupa mis bolsillos
y ese agua que aun sobra en mis pupilas.
Que se lleven mis ropas despojadas
y que mís cantos se hagan cantos suyos
y se convierta en su nido mi ataud.
Eloisa