La blanca y joven sirena
balanceabase en el giro
de una ola tibia y buena
que agudizaba el sentido,
y en el vaivén cadencioso
cual música a mis oídos
disfrutaba a plenitud
de sus intensos silbidos.
Entre los corales rojos
el mar ruge embravecido
y besa su piel de escamas
y allí se queda dormido;
mientras que en los arrecifes
erizado en sus escombros
un caracol vocinglero
se retuerce con asombro.
Y de una manera triste
quiere atrapar la sirena
para luego escabullirse
cuando respire la arena
¡Que fin, que dolor, que pena!
le acompaña al caracol
que se atrevió a conquistar
a mi adorable primor.