Así suele ocurrir el encuentro
en las horas casi eternas del Alba
antes del día o después de la Noche,
que importa ya, si el día es noche o la noche es día
o es oda sin sol cuando quedas tristemente solo.
Acechando, lúgubre, terrorífica y galante,
se escondió en los subterráneos de mi cuerpo
no quiso exponerse a las miradas de terciopelo
púrpura del Cielo
Como un salto sin sus piernas, como un llanto sin su boca,
como ojos sin sus lágrimas, así llegó
enhiesta entre las puntas aceradas
de los galardones pomposos del Crepúsculo matutino
Terriblemente escondida
entre los pliegues de mi ser,
confundida, inmensamente confundida
en los ecos apagados del pozo de la Muerte.
Como un Silencio profundo
de firmamento dormido, sin sonidos sin colores
Sin oro y sin estiércol,
sin arrebatos ni filosofías
Sin canto de jilgueros, ni pastorales,
sin modo ni estornudo,
aquel Silencio que ha domesticado a la Muerte,
aquél que anhelamos en el reposo del instante.
A ese Silencio del espejo, me he invitado y te invito
para que purifiques tus lágrimas, y como yo,
también, nuestra Soledad