Tú pensabas que toda mi vida esperaría por ti;
sí, yo también lo creí;
es que yo sólo era un satélite en tu entorno viril,
te veía como a un lejano y luminoso planeta,
como a una torre inalcanzable;
te fuiste tan lejos, años interminables,
furia incontenible por la continencia.
Volviste recientemente y me asustaste, confundiste,
varios días me sentí aturdida,
y de pronto, toda esa complacencia que te tenía
se esfumó y convirtió en una desaforada ira.
Tu egoísmo y vanidad desdibujaron la imagen
que me había formado y acariciaba durante tu ausencia.
No tienes el romanticismo ni la valentía
que se requiere para reconquistar una mujer.
Reconquistar, sí, porque me habías perdido,
con tus mentiras e hipocresía.
Me gustaría hacerte saber
que tanto como crees, ¡no te esperé!,
que hace bastante sé de tu poca hombría.
¿Dónde están las flores que debiste traerme?,
¿es que piensas ganarme con mensajes
o llamadas telefónicas?, ¿no has crecido nada?,
¿no recuerdas mi domicilio?,
¿has creído por ventura que con sólo un chasquido
de tus dedos yo desmayaría a tus pies?,
¿sabes qué?: ¡me resisto a creer que seas tan niño!
Bueno, pero es así,
tal vez nunca tuviste la altura que te imaginé,
lo que me pasaba es que yo estaba de rodillas,
y por eso te veía cual gigante,
yo, por entonces, niña.
Pero eso fue antes, ahora soy mujer.
Por algunos momentos, reconozco que me pusiste nerviosa,
después de tanto tiempo, ¡habías vuelto!,
pero ante los hechos: tu comportamiento,
me di cuenta del poco valor que me asignaste,
reclamándome, pero sin comprometerte,
¡que sólo quieres verme!,
¡que no te has forjado ningún futuro!
¿Qué pretendes a esta altura de los acontecimientos?
¿piensas que sigo siendo esa colegiala
que te amaba sin medir las consecuencias?
¿No has aprendido aún
que cuando alguien te ama no te abandona?
Realmente me das lástima,
aún pretendes jugar con las personas,
para distraer tu tiempo.
Por favor: mírate en el espejo
y piensa si ya no estás viejo para eso.
Tanto tiempo esperando este momento;
y me doy cuenta que ya no es tan fuerte el amor
que te siento, tú lo has logrado;
y ahora me reclamas, ¡como si tuvieras derecho!