José Adolfo Fernando

Instantes

 

Durmiendo un día estaba
en aquel parque de atrás
soñando con los ríos
viajando por las notas,
coloreando el cielo
de azul, el más oscuro,
pintándolo de noche
y sin luna

Crecí y crecí y crecí

La ventisca
hachaba piedras añosas,
con lágrimas de cuarzo
silente,
sus penas en hilos verdes,
callando y naciendo
con tantos pequeños ojos
entre los vestidos de la bruma
y yo volando lejos, fui tan lejos :
la bruma se transformó
en ceniza blanca, y
me saludaron los volcanes.

Mis sentidos se tomaron
el calor y los aromas,
por tanto tiempo
desterrados.
En esos instantes
de saliva y seso
seguí las huellas ofrecidas
con su fragancia
tan esencial.
Aquélla,
la única celeste,
la del color tierra y agua,
la que se transforma
en abejorros
transparentes
entre las raíces
que se nutren solo de
estrellas,
las que duermen
titilando y navegando
polénicas
sobre el mar.
Allí me dormí, allí
me desperté y allí aprendí
de los instantes el gozo.