Quién eres, mujer, que sin conocerte te conozco,
porque en sueños me visitas y despierto no te veo,
solamente estás conmigo cuando mi alma transita
en los brazos de Morfeo.
Anoche otra vez soñé que venías hacia mí,
nos íbamos a una fiesta, a bailar y divertir…
bailábamos durante horas y reías sin parar,
girábamos y girábamos... y me empecé a enamorar.
Tus ojos, gemas preciosas, tus manos suaves cual rosas,
tu cintura de gacela, tus pies que al piso no tocan,
¡todo me excita, provoca y convoca al amor,
y que en el sueño hicimos con extremada pasión!
Pero te vas al llegar el instante de vigilia,
desapareces de mí como esfumada en la brisa,
quiero abrazarte y no puedo, quiero tocarte otra vez,
pero ni tu ropa veo, acomodada en mi silla...
¡Oh, mujer, dulce y etérea!, fantasmal, que me visitas
solamente en mis sueños!, suelo buscarte despierto,
en las calles y mercados, ¡durante el día entero!
sin tregua ni pausa hasta que en la noche, ¡exhausto quedo!
Y me duermo acongojado, casi como un enfermo,
lamentando no saber tu nombre, para llamarte,
lamentando no poder hallarte en la vida real,
¿o será que estos sueños son mi vida de verdad?
Y sin darme explicaciones ¡vueles a mí otra vez!
como si fueses la dueña de mi alma y mi placer,
y me besas y acaricias como lo hiciste ayer,
y al éxtasis me convocas ¡y me haces desfallecer!
¡Sólo en sueños!... ¡Sólo en sueños!... ¡Estoy por enloquecer!