Dedos tensos y blancos nudillos
en la mano que oprime el arma
pronta a disparar.
Y en la otra que es la zurda
las yemas trémulas acarician
con sensualidad burda
la belleza bruñida del metal.
El sudor acre de los poros fríos
mojando el azul de la pistola helada
tiene levedad de extraño desafío
y la piel indiferente que transpira
en contacto con el arma
que esa noche será letal.
La lisura del gatillo brinda suavidad
al índice tembloroso en su inminente
accionar sin tener mas que explicar.
El caño en la boca con sabor a metal
es indiferente al disparo perentorio
que en un instante no podrá escuchar
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