Cuando te vi, pensé que no existías,
al menos, no para mi.
Pero el mar se encargó de seducirnos
y el destello de una luz en mi camisa te deslumbró.
Y la noche siguió flotando entre las olas
que bañaban los cristales, sin parar.
Una escalera roja me hechizó...
y ya no pude escapar de tu mirada.
Mi deseo se cumplió.