Una vez, dos veces; mil veces
Aquí y ahora y cuando me lo pidas
tendré un beso para tus labios de miel,
que recorra desde la lengua hasta el alba,
que se muera donde termina la piel.
Un invento de tus sábanas mojadas
con el regalo que supuran tus muslos
cuando las fantasías de la madrugada
cubren las cobijas con lúbricos frutos.
Te amaría una vez, dos veces; mil veces
sin que permanezca vestimenta alguna.
Te llevaría más allá de la gloria
donde tus ojos se aclaran como luna.
Allá y entonces, disolveremos los puntos;
lascivos, adjudicados al relámpago,
sin tabúes, sin más verjas que la epidermis,
enredados en la infinidad del tálamo.
Seremos la misma historia de siempre,
la que acaba con los dos pulverizados
deseando “le petite mort” como ilegales
con la secuela de estar enamorados.
Reviviría una vez, dos veces; mil veces.
Te descubriría con cada resuello.
Te amaría hasta que el tiempo se detenga
Y volemos más allá de los sueños.