Los niños son piezas secándose
de un futuro que tiende
a la ignorancia, la prepotencia y el miedo.
No son promesas jugando en la calle;
los niños conocen pronto su vacío
y acercan, desde muy tierna edad,
su ilusión a la dureza exigida para ser dóciles.
Los niños aprenden primero a conformarse
y después se permiten ser los desconocidos.