A veces me pregunto
por qué te recuerdo,
si, por recordarte sólo
consigo sufrimiento...
¿no es mejor ese suave sosiego
en que apaciblemente me sumerjo?
La memoria juega a traicionarme
y siento,
que es una garra jugando en mi pecho,
el recuerdo de tus ojos,
en esa mirada
que me dabas cuando estabas
tendida en mi lecho.
(Tus ojos estallando en preguntas
que, en silencio,
contaban sus secretos).
Y estás lejos... muy lejos.
Y es lo mismo,
te traigo a mi presente
con mi absurdo recuerdo...
y siempre me pregunto:
¡para que hago esto!