Del amor y del vicio mucho se ha de relacionar,
esa incesante dependencia a algo ajeno del cuerpo
que hace al raciocinio del más sabio enajenar
también en el amor y en el querer se encuentra.
Sepa que por primera vez me declaro un vicioso,
lamento que se entere a estas alturas de que su amante
tiene por vicio nada más que amarla todo el tiempo,
esperando que su boca un esbozo de sonrisa me regale.
¡Pero que magnífico vicio perderme en usted amada mía!,
que graciosa muerte me espera tirado en la esquina del amor,
que ingrata es la risa, que me embriaga por pensarla ahora.
Al menos me perdí en su mirada y no en el alcohol,
¡déjeme que me pierda en la boca suya
y embriagarme con el dulce roce de sus manos!