Desnuda está mi alma
ante tu presencia despeinada.
Vas tejiendo con hilos de pureza
mi piel herida, y acaricias
con tus suaves manos mi cicatriz;
la cicatriz sangrante que no cerraba,
por los cristales incrustados de impureza,
y con tu llegada, dejó de derramar
lágrimas de sangre.
Me diste un beso lleno de ilusión,
plantando con él, en mi alma,
una bella flor llamada pasión.
Estás en mi alma como fragancia del cielo
y le has calmado, con gran amor,
la sed y el hambre que padeció.