¿Sabes?
Tu vida es como el canto
más bello y más hermoso de las aves,
un rayito de luz,
un sueño que al trasluz
va conformando un manto
de flores, de sonrisas.
Tu eres aún más bonita que la brisa,
las alas de avestruz
desplegando un arco iris de colores,
de ensueño y fantasía,
de amor y de ternura
que rezuma dulzura
y expande mil olores.
Sólo a ti hoy niña mía
relato aquí esta historia
que guardo en la memoria.
Y aunque hay algo que me invento,
no pienses que es un cuento.
Que un día yo salí
volando al firmamento
aupándome sobre un soplo de viento,
con la imaginación.
Recorrí, lo prometo, medio mundo
y en medio mundo ví
un solo corazón,
tan grande, tan enorme,
tan lleno de emoción,
que si digo su nombre
provoco una explosión.
Y así anduve luchando
en más de mil batallas,
alguna vez dudando,
siempre dando la talla.
Me enfrenté a elefantes
con sus enormes trompas,
les vencí con las pompas
de un pompero gigante.
Gané a rinocerontes
con su cuerno en la testa
y a cebras con tirantes
y a fieras tan bravas y extravagantes
y a cobras tan siniestras.
Luché contra las olas
a bordo de un velero
-mas presumir no quiero-
pues yo fuí un rompeolas.
Errante solitario fuí soñando,
por todas las galaxias
y alli llegué sudando
y a dios dando las gracias.
Debes creer. La luna de Valencia
también escalé a lomos de un caballo;
y en la percha de un lindo rodaballo
yo me subí, fue una bella experiencia.
Caimanes, cocodrilos, camaleones,
a todos yo me enfrenté,
como iba de buena fé,
llamaron a los leones,
las aves todas, gorriones,
celebraron mi llegada
y tornose la jornada
con jolgorio y alegría
!qué reputación tendría
que hasta llegó de Almería
una burra despistada!
¡Ah, y otra vez monté en un saltamontes
caray con este bicho!
nadie lo hubiera dicho,
por poco me escalabro. Y fue en el monte
donde vagando anduve rebuscando,
que descubrí tesoros
y un día en un descuido los perdí.
Pero aunque no lo creas, ya no lloro,
pues te encontré a ti
el más preciado don de los que adoro.