Donaciano Bueno

Un cuento para una niña

¿Sabes?

Tu vida es como el canto

más bello y más hermoso de las aves,

un rayito de luz,

un sueño que al trasluz

va conformando un manto

de flores, de sonrisas.

Tu eres aún más bonita que la brisa,

las alas de avestruz

desplegando un arco iris de colores,

de ensueño y fantasía,

de amor y de ternura

que rezuma dulzura

y expande mil olores.

 

Sólo a ti hoy niña mía

relato aquí esta historia

que guardo en la memoria.

Y aunque hay algo que me invento,

no pienses que es un cuento.

Que un día yo salí

volando al firmamento

aupándome sobre un soplo de viento,

con la imaginación.

Recorrí, lo prometo, medio mundo

y en medio mundo ví

un solo corazón,

tan grande, tan enorme,

tan lleno de emoción,

que si digo su nombre

provoco una explosión.

 

Y así anduve luchando

en más de mil batallas,

alguna vez dudando,

siempre dando la talla.

Me enfrenté a elefantes

con sus enormes trompas,

les vencí con las pompas

de un pompero gigante.

Gané a rinocerontes

con su cuerno en la testa

y a cebras con tirantes

y a fieras tan bravas y extravagantes

y a cobras tan siniestras.

 

Luché contra las olas

a bordo de un velero

-mas presumir no quiero-

pues yo fuí un rompeolas.

Errante solitario fuí soñando,

por todas las galaxias

y alli llegué sudando

y a dios dando las gracias.

Debes creer. La luna de Valencia

también escalé a lomos de un caballo;

y en la percha de un lindo rodaballo

yo me subí, fue una bella experiencia.

 

Caimanes, cocodrilos, camaleones,

a todos yo me enfrenté,

como iba de buena fé,

llamaron a los leones,

las aves todas, gorriones,

celebraron mi llegada

y tornose la jornada

con jolgorio y alegría

!qué reputación tendría

que hasta llegó de Almería

una burra despistada!

 

¡Ah, y otra vez monté en un saltamontes

caray con este bicho!

nadie lo hubiera dicho,

por poco me escalabro. Y fue en el monte

donde vagando anduve rebuscando,

que descubrí tesoros

y un día en un descuido los perdí.

Pero aunque no lo creas, ya no lloro,

pues te encontré a ti

el más preciado don de los que adoro.