El verso no muere
porque es infinito
cuando anida alegre
en hojas de libros.
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El verso incomprendido
igualmente existe
aunque se ha teñido
sus cabellos grises.
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El verso comprometido
también palpita
y deja en los caminos
huellas escurridizas.
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El verso de amor
florece sonriente
y luce en su ramazón
capullos florecientes.
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¡Ay! El desamor
también vive en el verso
reflejando el dolor
aflorando despechos.
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El verso apesadumbrado
en el mundo nuestro
también tiene aliados,
en momentos funestos.
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El verso infantil
con sus rimas y cuentos
hace sonreír
a los niños sin tiempos.
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Por eso nadie se atreve
a negar mi escrito,
de que el verso no muere
porque es infinito.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela