Me levanto con fuerza cada mañana,
reviso mis ánimos y los guardo en mi bolsillo
y poco a poco me convenzo de que hoy la amaré
sin remedio, sin miedo, sin fin,
me levanto y voy decidido
y la busco en el viento, el cielo, las nubes, mi mañana,
la continuo buscando como un adicto a su droga
o como un amante busca un corazón,
pero pierdo la razón al no encontrarla
en mi ventana, mis pasos, mis labios, mis manos.
Me despido de la primera parte de mi día,
sigo sin verla y mi interior esta por explotar,
y la busco en las miradas, la gente, el sol y en mi,
le continuo buscando aunque mis piernas tiemblen
porque mi alma desfallece por decirle lo que siento
y por detallarle todos los instantes en que yo la pienso,
y termina mi fracción del día
aquí sin ella, sin mí, y sin nosotros.
Y ya acaba el día,
la oscuridad me envuelve y me consuela tiernamente,
y con los pedacitos de mi que quedan
la busco en la noche, la luna, las estrellas y mi corazón casi muerto,
fallo nuevamente pero una voz me susurra:
mañana es otro día al fin de cuentas
y quizás después de todo puedas cambiar el final del cuento
y así, mañana seguiré en mi rutina en busca de su imagen
para nuevamente quererla encontrar
en las flores, la magía, la música, mi amor.