Yo aquí me confieso potencialmente corrupto,
todos los somos, la diferencia está en el precio,
y usted, y usted y también aquel que tanto aprecio
en el monto de la tentación reside el gusto.
¿Corrupto yo? ¡vamos ya! que lanzo un exabrupto
que haga temblar hasta los pilares del más recio.
¡Difamador y malaje y necio, mas que necio,
ni lo intenten, yo no cruzaré tal acueducto!
¿Ha dicho mil? No entiendo ¿ese es el justiprecio?
¡Pues vaya la consideración que usted me tiene!
Vea señor, corromperme a mi no me conviene.
¿Un millón? ¡virgen santa¡ yo nunca lo desprecio.
Aunque sé que mi reputación no se sostiene,
¡que venga a mi, eso sí, ignoro de donde viene!.