kavanarudén

Nadie está por nadie

 

 

 

 

“Nadie está por nadie”, canta el viejo dicho.

Me resisto a creerlo, pero a veces cedo a la tentación de pensarlo seriamente.

Sobre todo cuando me toca directamente.

Cuando me encuentro en la necesidad y me dan la espalda en vez de una mano. Cuando necesito que alguien me escuche y todos están ocupados y no pueden perder tiempo. Cuando hacen la pantomima de escucharte y después te das cuenta de que era toda una farsa. Cuando soy yo quien necesita ayuda y, simplemente, no la encuentro. En ese momento siento una sesación extraña en mi ser y es cuando espontáneamente me viene la frase: “nadie está por nadie, cada quien que resuelva sus problemas”.

 

El corazón humano es capaz de llegar hasta los más grandes sacrificios, grandes proezas, pero también es capaz de llegar a hacer tanto mal, causar tanto dolor y sufrimiento.

 

Me viene a la mente el pasaje del profeta Jeremías (17,5): “Así dice el Señor: maldito el hombre confía en el hombre y hace de la carne su fortaleza, y del Señor se aparte su corazón”. Cierto que su concepto es más el confiar en las propias fuerzas que en Dios mismo. Pero me detengo, en ocasiones, en la frase: “maldito el hombre que confía en el hombre”. No soy un fanático, jamás lo he sido ni lo seré, pero la Biblia la considero un libro de grandes verdades.

 

También están los buenos y grandes amigos, eso no lo puedo negar, aquellos que en el momento del dolor, de la miseria, han estado ahí. Esto me da mucha consolación. Ya que, como también canta otro refrán: “en la miseria, en el dolor y en la cárcel es cuando se conocen los verdaderos amigos”. La sabiduría popular, ¡que gran sabiduría!

 

En todo y por todo me cuestiono a mi mismo: ¿Qué tipo de amigo soy? ¿Doy una mano a quien la necesita? ¿Cuál es mi actitud? En esto me concentro cuando me viene de pensar en ese bendito: “nadie está por nadie”, el hecho que yo me comporte diversamente, como verdadero ser humano, ya hace la diferencia.