Dulcísimo extremo de tu piel
tus dedos son largos caminos hacia las cosas.
Así,
habituadas a maravillarlas cuando las tocas,
poco a poco se adornan de día.
Y cuando los beso
las noches se vuelven espacios íntimos,
llanuras imprevistas.
Tus dedos están o se ocultan,
albergan secretos de amantes,
admirables ponencias en la vida,
y fuertes nudillos con los que golpeaste
aquella puerta que no se abrió, ¿recuerdas?
Te regalo azahares para que los toques,
viejas estrellas que quisieron reencarnarse,
tierra blanca para tu tacto blanco;
además, ciertas preguntas que no están en mis labios,
y, sobre todo, el recuerdo de la efímera noche de mayo en que tus manos me tocaron.
En el pudor de mi pobreza,
la caricia que hoy evoco,
fue sólo la inútil cacería de un horizonte en vuelo.
G.C.
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