Diaz Valero Alejandro José
El grillo con antenas de alambre y alas de cartón III (cuento)
TERCERA PARTE
ENTRE MONDRISNI Y SESÉNIE
Una vez que Avilio decidió salir de Lusanquio comenzó a buscar un nuevo lugar de destino. Para tal fin fue preguntando a cuanto viajero halló en el camino. Así fue como pudo llegar a dos pueblos extraños y desconocidos.
He aquí la historia contada por el propio Avilio, el grillo con antenas de alambre y alas de cartón.
- Hola doña libélula, fue el cordial saludo del grillo al divisar en el camino al referido insecto
- Hola señor grillo, cuánto gusto en saludarlo
- ¿Usted conoce por estos lados?
- Dígame usted, ¿cómo se llama este pueblo?
- Mondrisni, así lo llaman, pero no me pregunte por qué
- Otra pregunta: ¿Hay grillos en Mondrisni?
- Ja, ja, ja qué divertida es usted doña libélula
- En serio, es usted el primer grillo que veo por estos lados
- Oh qué horror, ¿Sabrá usted por qué no hay grillos por acá?
- Porque hay muchos perros y gatos, ya se dará usted cuenta que Mondrisni es un pueblo donde mandan los caninos y los pequeños felinos
- ¿Y eso por qué será? preguntó Avilio
- Debe ser por las industrias manufactureras que hay aquí
- ¿Industrias manufactureras? Podría explicarme eso, pues no entiendo
- Pues le contaré, dijo la libélula, entonces tomó un poco de aire y con cierta elegancia comenzó a explicar: “En este pueblo las fábricas elaboran empaques de comidas para gatos y para perros en forma de croquetas las cuales son muy apetecidas por ambas especies animales, creo que por esa razón ellos se sienten cómodos al vivir aquí.
- Qué bueno, tal vez esas mismas fábricas elaboren empaques de comidas para grillos, dijo Avilio con manifiesta alegría
- Lamento contrariarlo amigo, llevo varios meses en este pueblo y jamás he visto un empaque con comida para grillos
- Oh qué horror, debe ser por eso que no hay grillos en este pueblo, así que debo seguir mi camino, hacia algún otro lugar donde pueda vivir tranquilamente y donde me garanticen la existencia de alimentos.
Y así Avilio se despidió de su ocasional compañera y agitó sus alas de cartón hacia un nuevo destino al pueblo aledaño, que según se informó después, se llamaba Sesénie.
Allá en ese pueblo había muchos grillos, parecía como si hubiesen invadido aquel territorio.
Avilio pensó que un grillo más o un grillo menos en el pueblo no tendría ninguna repercusión, así que se quedaría allí por algún tiempo.
Pronto comprendió que se había equivocado, pues sus congéneres eran los más desconsiderados con él, pues se burlaban de sus antenas de alambre y sus alas de cartón. Las mariposas, los cocullos, las cigarras y las hormigas le habían dado una cordial bienvenida, pero fueron los grillos, que de por sí eran mayoría quienes le hicieron imposible su estadía en Sesénie.
Y así Avilio sin pensarlo dos veces emprendió de nuevo su camino hacia rumbos desconocidos.
Continuará...
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela