Esta vendría siendo más o menos
la casa donde debe vivir un escritor de ficción.
En medio del bosque
para alimentar la inspiración
de ninfas y duendes del Oriente,
de madera por si llegara el frío hacer leña de mis versos
y una piscina que no sea azul
para no se ahoguen mis dotes de viajero...
... Los muebles blancos como mi misma alma,
con cojines oscuros por no olvidar mi imperfección.
Y una estufa para quemar los sueños
que nunca se consiguen para que no termine la ilusión...
... y la luz que llegue desde arriba,
como siempre debió ser,
y cuando acabe el sol, sabré que ha anochecido
y cerraré mi libro porque sin día no hay creación...
... y el bosque omnipresente, teñirá mi casa de mi,
no habrá más colores que el de aquellos que son felices allí...
Y en las mañanas
cruzaré los cristales para escribir mi vida afuera,
pues la de dentro ya está escrita.
...Insisto, solo habrá dos colores, el nuestro y el del amor,
aunque podamos extraviarnos en tanta belleza...
El olor del pan recién horneado
te llevará siempre a mi,
aun cuando no existas
mi pluma te dibujará en el viento
y entrarás por la ventana.
Pero al llegar diciembre,
tu ausencia me recordará que he de ir por ti,
para que mi mesa
jamás vuelva a tener una silla vacía.