Él, altivo;
ella, radiante;
él, furtivo;
ella, picante.
Casi morbosos,
atuendos estruendosos;
cónicos, frondosos,
ellos únicos. Fervorosos.
Deseos a la luna,
sacrificios a Odín,
la flor más negra del jardín;
y la muerte convertida en tuna.
Juntos al compás,
juntos al estrechez;
no hubo sensatez
porque la sangre fue capaz.
Limpió todo,
manchó con coágulos,
llegó a todos sus ángulos;
abrió la flor de loto.
Ya cansados,
A la ofrenda
montaron la tienda,
con los dedos agotados.
Finalmente ahogados.
Él, muerto; ella… bueno,
los dos sacrificados.