Cuando estaba asombrada
por las alegrías mundanas
Tú estabas..., pero yo no te necesitaba.
Caminé las brisas de los días y las noches
siendo una obediente despreocupada.
Mas Tú, siempre estabas...;
¡pero yo, no te buscaba...!
Hoy soy un soplo de ansiedad marchita
que se apaga... y solo Tú me acompañas.
Te postergué sin remordimientos,
sin saber que eras la fuerza que me impulsaba.
Prisionera fui de ilusiones impensadas,
moribunda esclava de visiones vagas.
Colmada con mezquindades llanas,
y enferma de dolorosas llagas,
espero que escuches a mi corazón que clama,
porque por fin, ¡te llama...!