Empieza a anochecer y sólo tu ausencia
ha venido a encontrarme,
la esperanza de volver a verte se ha
convertido en llanto pero el corazón
se mantiene con fé,
él no puede olvidarte y es que te quiere
tanto que seguirá esperando por ti
aunque pasen mil años.
De repente escucho tu risa.
!Al fin estás aquí!
Salgo como un loco a alcanzarte pero no
hay nadie; sólo fue el eco de tu recuerdo
en mi mente y tengo que calmarme.
Me vuelvo a sentar y sigo esperando.
Las horas pasan, ahora ya es de noche.
Empiezo a desesperarme.
Mis brazos preguntan por tu calor,
mis ojos por el brillo de tus ojos
y mis manos por la tibieza de tu piel.
No puedo responder.
Y, cómo podría, si yo
me pregunto lo mismo.
Sigo esperando. La penumbra me va envolviendo
más y más conforme avanza el reloj.
En cualquier momento has de llegar.
Mi mente atiborrada de tus recuerdos
empieza a adormecerse;
el frío se hace más intenso
y tu no estás aquí para abrigarme.
Mi cuerpo comienza a temblar y mis
ojos a cansarse.
Continúo esperando, pero mis ojos
ya no pueden más y se cierran.
Parecen haber pasado cinco minutos y
abro los ojos. Ya es de día.
Te busco ansiosamente con la mirada
pero no estás aquí, aún no has regresado.
Y entonces, mi espera por ti vuelve a comenzar...