Alguien tuvo un pensamiento, un pensamiento acerca de la muerte, su propia muerte, pensó en el futuro, décadas hacia el futuro, mientras los demás pensaban en el presente, incluso los hombres más instruidos (cercanos a él) no veían más de un par de años hacia adelante, pero aquel individuo si lo hacia razono la idea de la muerte, no temía a esta, pero la rechazaba, rechazaba la idea de nacer crecer y morir a una corta edad, se preguntó ¿por qué vivir tan poco tiempo?, ¿porque morir a una edad temprana?, o ¿para que envejecer? perdiendo con cada año la capacidad de moverse, de ver y oír para después morir. ¿Porque nacer para morir en menos de mil años?, y seguramente si aquel individuo pudiera vivir mil años se le harían pocos. No deseaba una eternidad de vida, pero si una vida que pareciera eternidad.
El hombre pensó en la vida después de la muerte, ya que irremediablemente moriría. Los años que el individuo había vivido hasta aquel momento eran segundos para sus expectativas, pensaba aquel hombre viviría menos de un minuto. En su tiempo no existía un dios, mucho menos más de uno, la libertad de hacer algo bueno o malo y que aquello fuera recompensado o castigado caía en los hombros de los hombres, no había justicia divina a cual respetar o temer.
Aquel hombre llevaba en su cabeza las mismas ideas día tras día, no había momento o lugar que lo complaciera, porque sentía que había otros lugar y momentos que se perdería al morir, incluso en ese instante. El hombre pensó en sus amigos y familiares una tarde mientras comía, pensó en su esposa e hija, quienes estaban a su lado, y se preguntó porque estaba ahí, junto a ellas, seguramente había alguna persona que pudiera hacerlo pasar mucho más agradables momentos, de los que su esposa le había dado.
Conformismo, era lo que ataba a las personas con sus familias, el no haber conocido a muchas otras personas que pudieran hacerlos mas felices, el no viajado a otros lugares para elegir bien a su pareja, pero como podrían si la vida pasaba en menos de un minuto. El hombre vivió atormentado con estas preguntas, compartió sus ideas con amigos y familia, pero todos lo ignoraban y los que parecían prestarle mas atención lo juzgaban como un demente.
Los segundos que eran décadas pasaron, y el tiempo de aquel hombre comenzó a terminarse, su piel se arrugo, sus manos se entorpecieron al igual que su mente, pero sus ideas seguían de pie en su cabeza, lo que antes parecían palabras de un joven demente, ahora parecían enseñanzas de un viejo sabio.
Días antes de morir les comento de un lugar a quienes lo acompañaban, un lugar enorme donde todos y cada uno de nosotros iría al morir, donde todos estaríamos y nos conoceríamos, donde el mundo pareciera tan pequeño como una gran ciudad, donde no hubiera fronteras que nos separaran, donde habría personas de todos colores, y aunque hablarnos diferentes idiomas podríamos entenderse. El hombre le dijo a quienes estaban cerca que un hombre con bastón que paso por el pueblo se lo comento. Nadie lo creyó demente, solo comentaron que esperaban que fuera así, pero todos aceptaron la idea en el pensamiento y la compartieron, agregando un pequeño detalle personal cada vez que se contaba.
El hombre del bastón que contó aquella “verdad” nunca existió, fue la idea de un hombre que vivió y murió sin estar conforme con el conformísmo, invento un lugar donde todos estarían, porque en vida quiso conocer a todos, dijo que hablarían todos la misma lengua, porque su lengua estaba por desaparecer, y dijo que el lugar donde estarían seria como una gran ciudad, porque era todo lo que en unos segundos de vida podría viajar.
El hombre imagino una eternidad, para no aceptar la muerte, fue la uníca solución que encontró, ante su inminente final.