Un viejo palacio se derruye hoy en el tiempo.
Sus columnas cansadas de aguantar el silencio
han cejado en grandeza y han ganado en olvido.
Sus salones solemnes, con un piano oxidado,
ya no esperan los pasos de señores hidalgos.
Un alcázar sombrío ya no tiene visitas,
nadie espera su fuente deshojando un querer
sin embargo mis huellas se han marcado en la piedra
y he tratado en mis versos de salvar su esplendor.