Hada de cuentos blancos
que, con magia dorada
y en medio de las estrellas,
me envuelve con extrema suavidad.
Niña hermosa,
que despides aire fresco y ligero,
para envolverme por la noche
mirando al cielo,
escuchando las olas del mar.
Vuelves a diario conmigo,
en mi sueño, en mi respirar;
y te veo con esa clase, de una flor
que recién acaba de brotar.
Me envuelves con la gracia de tu majestad.
¡¡¡Amor mío, amor mío!!!
Mi vida te la regalo,
pero no me des la libertad.