Octavio97

Soledades y Pesadillas.

Esta vez, las cosas eran diferentes.
La soledad atacaba desde otro lado.
Erizándome la piel,
lastimándome el alma con caricias que ya creía olvidadas.
Gritándome aquello, que mi boca había callado.

Lo loco de la soledad,
es que uno empieza a sentirse desdichado,
justo en el momento en el que deja de estar solo.
Cuando la ausencia se sienta a nuestro lado.
Curiosamente sentimos solos con su presencia.

La habitación era fría y tétrica, fuera de lo normal.
El silencio, cortaba más que antes.
El dolor, estaba ahí, a un lado de mi peor pesadilla.
Me miraban, se burlaban.
De mis metas, de mi vida.

Parecía como si todo el dolor que había acumulado en mi vida lo aconsejara,
le explicaba cómo hacerme sufrir.
Y aquella pesadilla,
que esa noche había encarnado en mi habitación.
Disfrutaba de ese momento.

Era horrible, un monstruo.
Capaz de cualquier cosa.
Podía sanar a alguien, como podía destruirle el alma en un segundo.
Podía devolver el perfume a una rosa, o marchitarla y encarcelarla en un libro.
Era el peor ser, que podía habitar este mundo.

Decidí continuar con mis cosas, ignorarlo.
Tal vez así marcharía.
Pero no, ni la ducha, ni el libro,
ni el whisky, ni nada pudo hacer que se vaya.
Seguía ahí, con esa sonrisa monstruosa, que tanto odié toda mi vida.

Pensé en las pastillas, y fueron la última opción,
tomé una, tomé dos, tres, cuatro, diez.
Perdí la noción del mundo.
El sueño me dominaba, Morfeo me llamaba a un sueño,
del que no sabía si iba a despertar.
Solo entonces, justo en ese momento, decidí abandonar a mi peor pesadilla...
Era hora de dejar de mirar ese maldito espejo.