Un sonido dulce acompaña el viento.
Un aire fresco acaricia mi cuerpo.
Quietud sonora la voz del silencio.
Una voz profunda que penetra dentro, cual puñal afilado, llega hasta los tuétanos, arrancándome una armonía de suspiros intensos. Cansando del ruido cotidiano solo quiero escucharlo.
Dulce sensación siento. Parece que el tiempo se ha detenido, solo escucho el latir de mi corazón inquieto que se mezcla con la quietud que siento.
Quisiera estar así horas y horas, alejado de cualquier situación sonora.
Solo, sereno, no queriendo ni siquiera pensar. Estar, solo estar; ser, solo ser; sentir….
Una canción italiana (la voce del silenzio) refiere que el silencio tiene la voz de las cosas que se han perdido.
En el silencio te asaltan los recuerdos; vienen los fantasmas; añoras el amor lejano, su piel, su aliento, su olor, su sudor, su esencia…; vives sensaciones, emociones, momentos que creías perdidos, reviven tantas cosas que se creías muertas...
El silencio huye del ruido, de la confusión, del caos y se va a reposar en el mar calmo de invierno, en el día que nace lentamente, en el sol que besa la tarde dando paso a la elegante noche.
Juega con la luna solitaria y se esconde detrás de las estrellas.
Cae lánguidamente acompañado la nieve solitaria o la hoja en el otoño.
Habita en cada gota de rocío que acaricia la natura matutina.
Pasea en medio del campo santo besando sus lápidas.
Se lava en el manantial cristalino de las altas cuotas, vuela extendiendo sus sutiles alas, cual cóndor solitario, entre los andes milenarios.
Se pierde en tu mirada amante, después de habernos entregado plenamente y nos abraza hasta restituirnos de nuevo, desnudos, al día que comienza.
En este silencio existencial, es cuando valoro aún más tu voz canora, tu cadencia gentil, tu acento ibérico; tu respirar pausado, continuo en mi espalda mientras duermes; tus suspiros y gemidos mientras sueñas; tus pasos mientras te acercas o alejas, en una palabra, todo tu ser. Aquí estoy recordándote, amándote en silencio.