Se asoma la noche con sus gatos negros en la oscuridad.
Reconditas miradas acechan a través de ventanas inquisidoras y una sombra larga alcanzando mi puerta pone fin a mi desenfrenada impaciencia.
Surges de la nada como si fueras:
La Sílfide de la Noche.
Zapatillas a golpe de tacones llegan hasta el umbral de mi desesperación, aceleran la sangre que fluye por mis arterias.
Entras y me conviertes en tu amante clandestino.
Te voy despojando pétalo a pétalo, hoja por hoja, hasta quedar vestida solo de hermosura celestial.
Brotan en mí, deseos de animal salvaje.
Acaricio la exuberancia de tus enardecidos volcanes.
Deslizo mis garras buscando el punto donde anidan tus desenfrenadas ansias de entregarle a mi impaciencia la intimidad de tu noche y sus echizos.
Se eriza el jardín de tu vientre de petalos de flores carnívoras que atraen pájaros ávidos de ese polen prohibido.
Alcanzo el umbral y cruzo intrincados laberintos donde lubricados girones de lo que un día fueron candidas cortinas quedaron de ese laberinto que un día fue inmaculado.
Mojas mi caricia despierta por la espera.
Desgarro tus deseos con la desenfrenada pasión de mi instinto de felino insaciable
Te abordo he ingreso en el silencio de tu eterna noche donde un contubernio de placeres descontrolados se derrite y se entrelaza en un pentagrama de musica sin melodía.
Derramo en ti, instintos reprimidos en tu ausencia cuando me entregas a domicilio el caudal infinito de tu lujuria en esta efímera pero inolvidable noche en que solo el placer vivido quedará conmigo después de tu partida.
Agoniza la noche y contigo se marchan migajas de lo poco que se desperdició de esta felina noche.
Te has ido con tu cómplice la penumbra, y conmigo se queda el insomnio de la noche eterna.
Eterna porque quedaré vagando en tus recuerdos y tú navegarás en el mar de mi espera de otra noche como esta para volver a anclar tu gondola en el universo de alguna nueva luna nueva saliente en el horizonte complice de nuestra compartida pretención.