A Daniela Altamiranda
Abrió la torre sus llaves,
el silencio se inflamó
y la nave de tu río perpetrada
fue la risa juvenil de todo el verde.
En el beso, no te olvides, yo soy tuyo:
en la tarde y la ciudad, niña lluviosa,
y los peces y los panes son azules
en los ríos ancestrales de tu historia.
El devenir me ha plasmado la palabra,
la polis gris, el pueblo de mi destino,
mas mi destello ha reflejado tu mirada
y mi deseo ha florecido por tu estío.
Si somos dos viviendo siempre unidos,
retrocede de la muerte lo grisáceo,
y la nube ha de plasmarnos en el tiempo.
(Yo he venido y soy un libro en tu legado).