Raúl Daniel

ORACIÓN MATINAL

 

Mi oración a ti elevo,

Dios de la tierra y el cielo,

cuando del sueño despierto

contigo en mi pensamiento;

me alegro con este día,

que para vivirlo has hecho,

y porque puedo hacerlo

es que te lo agradezco.

 

Te agradezco por mi cuerpo,

esté sano o esté enfermo

y aunque los años que pasan

me lo están envejeciendo,

en su armoniosa estructura,

la sangre que fluye adentro,

a los órganos, tu Nombre,

en silencio va diciendo.

 

Por el espíritu que al alma

me diste al ser concebido,

por el entendimiento y la memoria,

los sentimientos y la gloria

de entenderte y conocerte

y por más de una victoria

que muchas veces me diste

contra, hasta aún, la muerte.

 

Te agradezco tu labor,

inmensa, de la creación

y mis sentidos recreo

y mi espíritu se alegra,

cuando tu obra veo:

prodigada, exuberante,

en plantas, aves y mares,

en lunas, soles y estrellas.

 

Bendigo tu santo nombre

en el nombre de Jesús,

a quien pusiste en la cruz

por tu gran amor al hombre;

por ese amor infinito,

imposible de entender,

de padre, hermano y amigo,

tu nombre, Señor, bendigo.

 

Y en este día que has hecho

mi corazón se agiganta,

pensando en ti, en mi pecho

siento que arde una llama

y, entre el canto de los pájaros

y la brisa entre las plantas,

tu creación a tu Nombre:

¡menciona, susurra y clama!

 

Te adoro en esta mañana

mi creador y mi rey,

te adoro porque tú mismo

me diste la condición;

entrando en mi corazón

con tu amor entrañable,

libre, total, inefable,

sin ley, (¡sólo amar es tu ley!)

 

Te adoro por lo que tengo,

porque todo Tú me diste

y eso que me pediste

era tuyo y te lo di;

nada traje cuando vine

y nada me llevaré,

cuando contigo me llames,

como esté, así iré.

 

Los dolores que he tenido

los hubieras evitado,

si te hubiese obedecido

y hasta contra ti he pecado,

pero Tú me has perdonado,

bendecido y consolado,

en la sangre, que he bebido,

de Jesús, ¡agradecido!

 

Te anhelo, Señor, te anhelo

y te amo profundamente

y en tu Espíritu de amor,

que en mi adentro efervesce,

en esta humilde oración

que a tu Nombre enaltece,

te digo, como otras veces:

¡sólo Tú eres mi Señor!