Estoy ansioso, Señor, por expresarte
y, al adorarte en espíritu y verdad,
agradecerte por la que es mi esposa:
dulce, hermosa y llena de bondad.
Por unos años comí, en mis soledades,
tu compañía como único maná,
te fui sincero, te expuse mis flaquezas
y mi pobreza, clamando por tu paz.
Yo predicaba tu amor y tu paciencia,
pero faltaba en mí la santidad,
ansiaba verte, pedí tu providencia,
me diste a ella y se hizo realidad.
Tú eres Santo, Jesús y en tu presencia
nada inmundo, jamás, se hallará;
Tú eres fuego, Señor, Tú eres fuego,
¡eres amor, paciencia y libertad!
Tú fuiste fuego a tu pueblo, en el desierto
y, en El Juicio, con fuego acabarás
toda tu obra, quemando en el infierno
lo que es pecado y toda la maldad.
No me conformo con ser agradecido
y aún quisiera poder darte algo más,
para que puedas quemarlo con tu fuego,
¡ser holocausto en mi totalidad!
Tú fuiste fuego, Señor, Tú fuiste fuego,
cuando en mis noches de duelo y soledad,
amante, padre, amigo, compañero,
mis oraciones viniste a calentar.
Logrando ahora aumentar, aún, tu amor,
amor y fuego a su través me das;
Tú eres fuego, Jesús, Tú eres fuego,
... gracias por ella, te doy ¡una vez más!