Elena Casas

Para un joven que coleccionaba piedras preciosas

Nada tan erudito, tan lejano,

tan arcaico, tan noble, tan doliente,

tan pálido, tan triste, tan ardiente

como el fuego de nácar de tus manos.

 

El dolor es el sueño de tu frente

entretejido en nombres de cristales,

en la múltiple serie, en la indolente

procesión de conceptos minerales.

 

Para ti, que conoces la armonía

de sus suaves reflejos y el encanto

de su acerada magia quieta y fría,

es para ti mi canto.

Es para ti el color, la melodía,

el cristal infinito de mi llanto.