Nada tan erudito, tan lejano,
tan arcaico, tan noble, tan doliente,
tan pálido, tan triste, tan ardiente
como el fuego de nácar de tus manos.
El dolor es el sueño de tu frente
entretejido en nombres de cristales,
en la múltiple serie, en la indolente
procesión de conceptos minerales.
Para ti, que conoces la armonía
de sus suaves reflejos y el encanto
de su acerada magia quieta y fría,
es para ti mi canto.
Es para ti el color, la melodía,
el cristal infinito de mi llanto.