Aquel deseo iluso,
Que no supo comprender,
Aquellos quienes se juraron,
En todo el atardecer,
Pasiones locas vertidas
En el vientre de aquellos dos
Solo Dios sabe
Si es que se amaron,
O si solo la pasión los envolvió.
Hasta que llego la luna,
Y los pudo sorprender,
No solo Dios fue testigo,
Este lucero también,
Las estrellas hacían eco,
Y el cielo los envolvió,
Perturbadora madrugada,
Que encendiste los ruidos.
Y estas almas agitadas,
Que siguen su vaivén.
Cansados y adormilados,
Esperan el nuevo día.
Amanece y se ilumina un solo, fino y hermoso rayo,
Que aparece por el Oeste,
El sol, hermoso y resplandeciente,
El único inocente, que no ha visto nada.