Mi corazón se paró,
pues vino un soplo de viento
y con gran atrevimiento
cogió impulso y lo mató.
La culpa la tuve yo
que me lancé a navegar
sin conocer bien el mar
y en sus aguas se ahogó.
Sólo me queda llorar
por tal acontecimiento
que sin mi consentimiento
me impidió volver a amar.
Ahora me queda esperar
a que un día no lejano
al palparle con mi mano
vuelva el mismo a palpitar.