¡Qué pasada de legumbre,
revoltosas las lentejas,
a fuego lento en la lumbre,
mejor jóvenes que viejas!
Conozco bien el vicio de la gula,
de extasiarme ante un plato de lentejas
¡qué olor y qué sabor! Si tú las dejas
demuestras ser más lerdo que una mula.
Yo hoy aquí en estos versos me declaro
un buen amante de la buena mesa,
el hueso de jamón, esa sorpresa
que al caldo da sabor, eso está claro.
¡Oh, ese almibar de dioses, la grasilla
resbalando en la punta de mis labios!
Y el rojo pimentón, el pintalabios,
¡qué placer al comer, qué maravilla!
¿Y el chorizo? Ese ser estrafalario
que conoce a la perfección su oficio,
mas si el tocino falta me desquicio,
sería sin campana un campanario.
Admito que el comer resulta un vicio,
que una mesa y mantel es su escenario
y aunque hay más ingredientes culinarios,
si hay granitos de arroz, yo pierdo el juiciio.
No puedo esperar más, venga el servicio,
que si es que de algo yo he morir prometo
que una gran cucharada yo me meto
antes de ya lanzarme al precipicio.
Con su ajito han de estar algo picante,
y a mi gusto también algo caldosas,
Amebas que en mi mar bailais mimosas,
¡que olor y qué emoción, vengan p\'alante!