Ella era hermosa,
y no por la belleza
de Venus encarnada.
Era hermosa por esa sonrisa
que me extremecia el pecho.
Era hermosa por aquel brillo
que brotaba de sus lindos ojos
cuando hablaba con pasión.
Era hermosa porque era capaz
de quebrar mi seriedad
dibujando una sonrisa en mi rostro.
Era hermosa porque era una amalgama
perfecta entre la niña que ocultaba
y la mujer que mostraba.
Era hermosa desde lo profundo,
desde el centro de su alma.